Desde Cultural y Deportiva, día a día te dejamos toda la información sobre la actualidad de la Liga de Tres Lomas. Ahora, e inaugurando una nueva sección, te comenzaremos a contar historias de “Viejas Glorias” que han pasado por los clubes que conformaron y conforman la Liga. Hoy, realizamos la primera entrega.
Nota: Juan Francisco March
Twitter: @JuanFMarchOk
Nació el 22 de octubre de 1955, en Paraná, Entre Ríos. Es el más chico de tres hermanos, Dora y Juan (“Cachi”). Hijo de Juan Pablo Almada y Elba Blanca Pérez. Padre de tres hijas, Aldana, Paula y María Florencia y abuelo de seis nietos. Estamos hablando de Jorge “Patón” Almada. Sus padres llegaron a Buenos Aires buscando nuevos horizontes. Era una familia humilde. Elba era costurera y, Juan Pablo, era poli funcional. Trabajaba de lo que podía. Su sueño era jugar al fútbol. Tal es así, que al poco de tiempo de arribar a Buenos Aires, agarró su bicicleta y pedaleó hasta la cancha de Temperley. Llegó, golpeó una de las ventanillas de las boleterías y dijo, “Hola! Yo quiero jugar acá”. Inmediatamente le explicaron los pasos a seguir para poder vestir la camiseta de “El Gasolero”. Fue jugador y entrenador; de los que priorizan la diversión por sobre el triunfo. “Juego, me divierto y si puedo, gano”. Dejando una huella en la enseñanza de los más chicos. Ese estigma, quedo marcado a fuego. Uno de aquellos “alumnitos”, hoy es técnico de Baby-Fútbol y en el interior de su vestuario, tiene pegada en la pared, esa frase. Dirigió a Agustín Pelletieri, Lautaro Acosta, Gabriel Hauche, entre otros. “Me dirigió en el Fogón, un Club de José Mármol y en Alumni”, –Cuenta Agustín Pelletieri- “Lo que te puedo decir es que siempre nos enseño a divertirnos, a tratar bien la pelota y siempre con un trato excelente hacia nosotros”.
Conformó el Plantel de Temperley que logró el ascenso a Primera División en 1974; Club donde llegó con 11 años a la escuelita de futbol y se fue a los 22 siendo un jugador profesional, tras haber disputado los torneos de Primera División “A” y “B”. Jugó en primera división contra Boca.
Temperley – Boca. El que rechaza la pelota es Jorge Almada.
También, salió Campeón con Pacifico de Mendoza y logró el pase para disputar el regional de esa provincia. En 1979 llegó a Atlético Argentino. A su nueva casa. Jugó cinco años en el “Tocinero” (1979, ´80, ´81, ´83, ´85). “En el 82 me quede en Buenos Aires porque mi esposa estaba embarazada de mi segunda hija y no quiso que viaje, ese año jugué en Tristán Suarez y no fue un buen año ya que las lesiones no me dejaron jugar con continuidad”. Jugó en Deportivo Argentino de Pehuajo en 1984. Un ex compañero de la Selección Blanca, “Tatín” Zema, lo convenció de ir a jugar a Deportivo Argentino de Pehuajó, estaban armando un equipo para pelear el Campeonato y jugar el regional. “Ese año, todos los equipos de Pehuajó se habían reforzado con jugadores de renombre de los torneos de AFA. “Pinino” Mas, Durso (ex River), Pedraza, Recavarren (ex Gimnasia y Estudiantes), entre otros muchachos que viajaban. Todos con experiencia en Primera división. Tuvimos la suerte de ganar el campeonato y disputar el regional”.
Deportivo Argentino de Pehuajó (1984). De izquierda a derecha, Jorge Almada es el sexto de los agachados.
En el ´85 volvió a Atlético Argentino, donde disputó el famoso regional contra Olimpo. Junto a Olimpo y a Atlético Argentino en aquella zona estaban: Madariaga, Independiente de Bolívar, Mercedes y San Pedro.
Un año después, jugó en Madariaga (1986), en el Club Los del Clan, quienes éste último año lo invitaron al festejo por el aniversario, por haber sido integrante del equipo que ganó el único campeonato de su historia.
De chico lo apodaban “Patita de Gallo”, pero con los años, el apodo mutó. “Todo nació cuando estaba en el primario, tercer grado, creo. A la salida del colegio, ni bien pisábamos la vereda, corríamos hasta una placita que estaba a cuatro cuadras de la escuela y, como siempre, ganaba yo. De ahí, a uno de mis compañeros se le ocurrió decir: “otra vez ganó ´Patita de gallo´”. A partir de ahí, empecé a ser “Patita”, después, con el correr del tiempo, y ayudado por el tamaño de mis muslos y mis pies, el apodo cambió a “Patón”.
Corría el año 1979. Se vivían tiempos muy difíciles y oscuros en nuestra Argentina. En la Ciudad de Buenos Aires, radicaba un futuro jugador de nuestra Liga. Tiempo después, se transformaría en un gran jugador de Atlético Argentino y de la región. Venía de jugar en El Porvenir. Al finalizar la temporada en 1978, se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha, jugando un Papi-fútbol, lo que lo dejó más de seis meses fuera de las canchas. “Cuando pude volver a jugar, me encontré sin equipo, con todos los campeonatos comenzados y los libros de pases cerrados. Además, el estado de la rodilla no era bueno, de hecho, nunca más volví a jugar en la plenitud física que tenía. Me acostumbré a jugar con la limitación que la lesión me había provocado; pero con el dolor de saber que mi carrera profesional se había terminado”.
Con la tristeza que significa para cualquier jugador saber que su carrera profesional está terminada, asumiendo lo que venía, Jorge no se quedo con los brazos cruzados. Continuó entrenando solo, jugando en donde lo invitaran para poder acostumbrar su juego, a la limitación que le causaba su lesión.
Ya en marzo de 1979, le consiguen una prueba en Bahía Blanca, más precisamente en el Club Pacífico. Realizó 15 días de pretemporada en Monte Hermoso, dejando muy conformes al técnico y a los dirigentes. Retornó a su casa en Temperley a buscar el pase libre de El Porvenir y, a la espera de un llamado que, al cabo de 15 días, nunca se dió. “Pasaron dos semanas y no recibí ningún aviso. En ese transcurso, un carnicero amigo, me pregunta si no quería ir a jugar a una liga del interior de la provincia, que un amigo de él, era inspector de carnes y siempre que iba paraba en un Club donde le habían pedido un 9, que si aceptaba, ese mismo fin de semana viajaba”.
Jamás lo dudó. Las ganas de seguir jugando aún estaban intactas. Solo había un problema: Atlético Argentino buscaba un “9”. Él era “5” u “8”. A los 11 años y en la escuelita de fútbol de Temperley, fue la primera y única vez que ofició como delantero.
Atlético Argentino Campeonato Regional (1985). De izquierda a derecha, «El Patón» es el quinto de los agachados.
Jorge, no desperdició la oportunidad y partió de su casa de Temperley hasta la Estación de Once, buscando su nuevo y desconocido destino: Tres Lomas. Con su boleto en mano, un mapa y sus cortos 23 años, emprendió su viaje hacía el pueblo. “Recuerdo como si fuera hoy. En la terminal de micros de Once, miraba el recorrido de la Empresa Liniers, donde leía los distintos pueblos que llegaba y, por ejemplo, decía: 9 de Julio (Entra 1.30; Sale 1.45); Pehuajó (Entra 3.15, Sale 3.40). Pero mi gran preocupación fue cuando leí Tres Lomas: (Pasa 5.45). Lo primero que pensé es que no entraba, que pasaba por la ruta y que si iba dormido me podía pasar. Inmediatamente, lo que hice fue preguntarle a los choferes si me podían avisar cuando llegáramos a Tres Lomas, porque seguro estaría dormido. Me dijeron que me quedara tranquilo que entraba, dejaba la gente que bajaba, y continuaba su recorrido a Salliquelo”.
Vaya paradoja del destino, el colectivo, en aquella época, paraba en la Sede del Club Unión Deportiva. El futuro 9 que buscaba Argentino, el volante central que llegaba, era recibido por uno de los hinchas más identificados con la institución “azul”. “El micro me dejo en la sede de Unión y, ahí, conocí al primer Treslomense, el “Pelado” Beorlegui, quien muy amablemente, después de averiguar para que club venía, me indicó donde estaba el Hotel Gomila (NdR: El Hotel Gomila, estaba ubicado donde funcionó, por años, “La Estación”, el boliche de Tres Lomas). Recuerdo que era muy temprano y no había nadie en la calle.
Cuando llegue a la puerta del Gomila, casi me vuelvo corriendo a mi casa, pero tome coraje y entre, tenía mucho sueño, por que casi no había dormido por miedo a pasarme”.
Los sentimientos no se pueden mensurar. Lo que ilusionaba a ese hombre, era la posibilidad de volver a realizar lo que siempre quiso. Jugar, nada más ni nada menos, que a la pelota. Ya en Tres Lomas, en el Hotel Gomila, en frente a lo que hoy en día es la Sociedad Italiana, Jorge Almada buscaba conciliar el sueño. Pronto llego el mediodía; momento en el que aparece un nuevo personaje en el camino del “Patón”. Un hincha muy identificado con Argentino. “Cerca del medio día, entró a la pieza un personaje a los gritos para despertarme, “El Negrito” Sardón, me hizo levantar y sin parar un segundo de hablar me llevo a tomar algo al Bar de Julio”.
En ese bar, lo esperaba el Presidente “Tocinero”, Ignacio “Cacho” Cuesta. Quien aperitivo de por medio, entabló una larga charla para conocer las aptitudes técnicas de Almada. “Esa mañana conocí a una de las personas más buenas y solidarias que tuve la fortuna de tratar, “Cacho” Cuesta. “Cacho” me preguntaba sobre mis condiciones técnicas, en un momento, me preguntó si cabeceaba bien y si era de hacer goles de esa forma, a lo que para sorpresa de él, le dije la verdad, que era regular cabeceando y que casi no hacia goles de esa manera. “Cacho” se mostró un poco desconcertado por mi respuesta; claro, yo le daba respuestas de un volante central y él esperaba respuestas de un delantero, me había olvidado que me habían llevado como 9 y no como 5. Menos mal que al otro día jugué bien y si mal no recuerdo, hice dos goles en un amistoso. No sé si fue por eso, o porque al otro domingo empezaba el torneo y ya no había tiempo para probar a otro. Me aceptaron y, a partir de ahí, comenzó a nacer ese sentimiento mutuo con la gente de Tres Lomas. El cual, va mas allá de la camiseta que vestí”.
En su paso por Tres Lomas, destaca dos años por sobre el resto, ´79 y ´80. La Selección Blanca, era la Selección de todos. Estaba dirigida técnicamente por Carlos Beorlegui. La seguían los futboleros y los que no eran tan apasionados, también la iban a ver. “Fueron un par de meses vividos a toda emoción y cariño por parte de todos. Poco a poco la gente se fue entusiasmando hasta llegar a la euforia total durante la campaña. Hasta el Intendente nos invitaba a comer”. El Intendente por aquel entonces, era Oscar Sierra, padre de Oscarcito, compañero y amigo del “Patón”.
La Selección Blanca representaba a la Liga Cultural y Deportiva de Tres Lomas. Cada Liga tenía su Selección. Ese campeonato, era lo que vendría a ser hoy, el Torneo Argentino C. Esa Selección Blanca, brillaba. De Antón (Robert´s); “Rito” Pérez (J. Unida), Ceremignana (J. Unida), “Tito” Ramírez (A. Argentino), “Flaco” Angeleri (Deportivo); Acosta (Robert`s), Juan Ferro (J. Unida), Jorge Almada (A. Argentino); Juan Landaburu (J. Unida), “Tatín” Zema (Deportivo 17) y “Lula” Bravo (J. Newbery). Así formaba aquella Selección de la que habla “Patón”. Completaban el plantel: Ocampos (Thompson), “Meneda” Durán (A. Argentino), Gaita (Deportivo 17), Belardo (A. Argentino) y “Cali” Vallejos (Robert´s).
De esa convocatoria, a “Patón” le quedó una anécdota muy linda que pintaba de pies a cabeza, a “Cacho” Cuesta. “Cuando ´Cacho´ se enteró de los jugadores de Argentino citados a integrar el plantel, creo que éramos tres o cuatro, ´Tito´ Ramírez, Eduardo ´Meneda´ Duran, Yo y no recuerdo quien más; nos reunió y nos dijo en forma muy clara y terminante que, no quería enterarse que algún jugador de Argentino estuviera metido en un tire y afloje con la liga por dinero. Si considerábamos que lo ofrecido por la Liga era poco, teníamos que ir y decírselo a él, que él mismo de su bolsillo nos iba a dar la diferencia, pero el nombre del Club tenía que quedar inmaculado ante todos”.
Jorge Almada, Sergio «Tita» Lezcano y Josè Maria «Pampa» Calvo. En la despedida de «Tita» Lezcano.
El “Patón” pasaba más tiempo en Tres Lomas, que en Buenos Aires. Se había encariñado con el pueblo y su gente. Siempre fue una persona entrañable. Rodeado de amigos. “Cacho era un grande de verdad, con el tiempo me fui enterando a la gran cantidad de gente que, como a mí, ayudó en forma silenciosa y sin jactancia de ningún tipo”.
Ignacio Cuesta, parece haber sido muy importante en la vida del “Patón”. Así lo sigue recordando: “Una más con Cacho. Corría el año ´80 y a mí me corrían para casarme. Toda reunión tiene sus gastos y, si bien en esa época yo ya era Bancario, para casarme necesitaba bastante dinero para los gastos de la ocasión. Entonces, un día le dije a Cacho que necesitaba un adelanto para la fiesta, que se lo iba a ir devolviendo con la paga de los partidos, no tuvo ningún problema y me dio la cifra que le había pedido, que no era poca, quedando que todos los domingos me daba menos como parte de pago. Pasaban los partidos y siempre me mandaba el total de lo que cobraba sin el descuento, cuando le decía por qué no me descontaba, me respondía siempre lo mismo: ´el domingo que viene´, así hasta que terminó el año. Nunca me cobró un peso. Lo único que me pidió, es que me comprometiera a jugar en Argentino al año siguiente, ya que sabía que muchos clubes me querían. Además, la noche que me case, me fui a la mitad de la fiesta, para poder jugar al otro día, el partido del campeonato”.
Un hombre sin vueltas, sin malas intenciones, familiero. Por estos tiempos, ya jubilado, continúa jugando al fútbol con amigos, también oficia de niñero y de entrenador de sus nietos. “Su fe está depositada en Filippo, mi segundo hijo”, -cuenta su hija Paula- “que más o menos, le sigue la historia (caminó a los 8 meses y fue siguiendo una pelota).NdR (Jorge caminó a los 9 meses y con una pelota). Lo único que hace es decirle, «abuelo, ¿jugamos? «; y se ponen a patear los dos”.
Relaciona las cosas cotidianas de la vida con la cancha, o viceversa. “Todo en la vida lo relaciona con el fútbol, o con la cancha. Una de las cosas que dice, por ejemplo, es que si queres saber cómo es alguien en la vida, lo tenes que ver cómo es en la cancha. Que el que es mala leche ahí adentro, es igual afuera. Lo mismo con el generoso”, Agrega Paula, su hija.
Sus tres hijas, Aldana, Paula y María Florencia, confluyen en un mismo sentimiento para con su padre. Las tres son madres y ven a diario lo que “Patón” siente por todo lo que lo rodea. Sus ojos transparentes y brillosos cuando alguien lo reconoce, su felicidad plena cuando alza en brazos a uno de sus nietos. Ellas aportaron su granito de arena en ésta historia. La historia de su padre.
“Para nosotras es todo. Es un orgullo. Donde sea que vamos, alguien siempre lo conoce, a él y su fútbol. ´Qué tipazo´; ´Qué jugador´. Terminamos llenas de amor. Papá es un grande; como papá, como marido, como hermano, como abuelo, como tío, amigo. Nosotras somos las hijas del famoso ´Patón´ Almada. Nuestro máximo ídolo”.
Jorge Almada con gran parte de su familia.
Comentan, que cuando sale a vacacionar con sus hijas y su esposa, lleva en su bolso los botines, por si en el lugar que decida ir, falta alguno en cualquier picado. En alguna ocasión, se han ido antes de las playas, para que Patón participara de un picado.
Ésta es la historia de Jorge “Patón” Almada. Ésta es la historia de un hombre que, gracias a su amigo carnicero, a un inspector de carnes, y a sus propias condiciones, llegó a mostrar su fútbol en la Liga de Tres Lomas. Un hombre que homenajea día a día su apodo. En la cancha de Atlético Argentino, pero también en las calles de Tres Lomas, Patón, dejó su huella.
FOTOS: Flia. Almada / Gerardo Cuadrado (Archivo) / Dante Pérez / Sergio Lezcano.